Historia

Historia de Pontedeume

Villa medieval

Fundación

La historia de la comarca, entre los ríos Belelle y Lambre, nos informa de que en estas tierras ya existen vestigios de organización social desde la época megalítica (años 4000-2000 a.C.), pues más de 118 “mámoas” se registran en el vecino Monfero. De la cultura castrexa (s. VIII a.C. hasta la romanización del siglo I d. C.) también quedaron huellas significativas en forma de piezas escultóricas o de orfebrería, como el Cuadrifaz de Pontedeume o los torques de Centroña y de San Martiño do Porto. Lo mismo ocurre con la romanización: la estela de S. Pedro de Grandal o las villas de Noville y Centroña certifican la existencia de formas de vida y técnicas de explotación agraria romanas. Con la aparición del Feudalismo (especialmente durante los siglos XI al XIII) comenzó el protagonismo de los monasterios de Breamo, Caaveiro, Monfero y Montefaro, hasta el año 1270 con la fundación por Alfonso X  “El Sabio” de la villa y alfoz de Pontedeume, de señorío real hasta 1371, pasando con posterioridad a la Casa de Andrade, condición que se mantuvo hasta la aparición, reflejada en la Constitución de 1837, de los nuevos ayuntamientos.

Pontedeume se fundó junto a un puente de madera construida quizás en tiempo de la dominación romana, puente de la que tomó la villa el nombre. Razones económicas, de organización del territorio y de administración eficaz justificaron la creación de esta nueva y tardía puebla a la que se eximió de una serie de tributos, se concedió mercado cada mes, pesca libre y foro de Benavente, y en cuyo alfoz, extremadamente fragmentado, se integraron una treintena de feligresías situadas entre San Esteban de Perlío y el Divino Salvador de Coruxou; es dicir, todas aquellas tierras que en la comarca seguían perteneciendo a la jurisdicción real, notablemente inferior a la monástica por la presencia de los extensos cotos de Caaveiro y Monfero o los dominios de los cabildos de la catedral de Santiago y de Mondoñedo.

En sus primeros cien años de existencia, la puebla se consolidó como una villa medieval, con catorce manzanas repartidas a ambos lados del Camino Real; la fuente de Chafarís, la plaza Mayor y una iglesia (que fue quizás la que actualmente es la capilla de la Vera Cruz, en la iglesia parroquial de Santiago). Todo esto rodeado de una muralla con tres puertas: la del Puente, la de la Villa y la de Porto, a las que posteriormente se unieron la del Postigo, en la confluencia de las calles Atahona y Picho, y las de la Sálga y Carnicería, en la ribera del mar.

En 1371 Enrique II le concedió a Fernán Pérez de Andrade III la jurisdicción de Pontedeume y Ferrol, como pago por los servicios prestados en la guerra civil que lo enfrentó con su hermano Pedro I. Titular del coto de Andrade y constructor del castillo en la peña Leboreira, Fernán Pérez de Andrade III fue miembro de una de las familias de la nobleza comarcal que había tenido su origen a principios del siglo XII con Fortunio Bermúdez y que creció ejerciendo el cargo de prestamero a la sombra de la nobleza condal, concentrando propiedades y encomendando a los monasterios de Caaveiro y Monfero, donde se hicieron enterrar.

Fernán Pérez de Andrade III, apodado “El Bueno”, fundó el convento de Montefaro, sustituyó el puente de madera por otro de piedra, con la capilla y hospital del Espíritu Santo (que dejó al cuidado de los frailes del citado convento), y posiblemente construyó el palacio de los Andrade y amplió el recinto amurallado con la inclusión de la plaza del Conde. Murió en 1397 y fue enterrado en Betanzos. Este desapego hacia la villa no lo tuvo otro miembro destacado de la familia: Fernando de Andrade, I Conde de Andrade, general victorioso en las guerras de Italia. Fernando de Andrade reedificó la capilla mayor de la iglesia de Santiago de Pontedeume en la que se hizo enterrar a su muerte, acaecida en 1541. Poco antes, en 1538, había fundado el convento de San Agustín, actualmente Casa de la Cultura, que con los restos renacentistas del claustro y la fachada del siglo XVIII es uno de los monumentos más sobresalientes de la villa. Con el matrimonio de su hija Isabel y Fernando Ruiz de Castro, la casa de Andrade se unió a la de Lemos. Su mecenazgo, último de una familia que mantuvo el señorío hasta la aparición de los ayuntamientos constitucionales (año 1835), se advierte en la Casa Consistorial y en el retablo mayor de la iglesia de Santiago.

El crecimiento que tuvo la villa en la Edad Moderna, fruto de su actividad pesquera, industrial y artesanal, se vio frenado por la peste de finales del siglo XVI (por la que se construyó la hoy desaparecida capilla de San Roque en la plaza del mismo nombre), y por los incendios de 1533 y 1607. Otro incendio, el de 1621, saldado sin graves consecuencias, según la tradición por la intercesión de San Nicolás de Tolentino (venerado en el convento de los frailes agustinos), justificó la conversión del Santo en co-patrón de la villa. Junto a estas sombras hay que contraponer algunas luces: en 1580 Juan Beltrán de Anido fundó la Cátedra de Latinidad en la casa de su propiedad. Reconstruida en 1621 después de sufrir el incendio general, ampliada en 1707 y reedificada en 1822, tras pasar por diversos usos hoy es la sede de la Biblioteca Municipal. Entre 1672 y 1680 el indiano Andrés Copeiro y Parga reedificó la iglesia de las Virtudes que había mandado construir a finales del siglo XIV Nuño Freire de Andrade. Su retablo mayor de columnas salomónicas y relicarios, realizado en el siglo XVIII, es obra destacada del Barroco. Y, sobre todo, destaca el mecenazgo del arzobispo de Santiago Don Bartolomé Rajoy y Losada, fundador de las primeras escuelas permanentes, para cuya subsistencia asignó las rentas de las lonjas que mandó construir junto al puerto; y reedificó entre 1756 y 1763 la iglesia de Santiago, notable obra proyectada por Frey Manuel de los Mártires y ejecutada por Alberto Ricoy. Entre su rico mobiliario destacan el Santiago Sedente de finales del siglo XIV; el Cristo de la Vera Cruz, del siglo XVI; el de las Ánimas, probablemente obra del afamado escultor José Ferreiro; y el paso del Nazanero, de José Gambino. Obras a las que habría que añadir dos piezas de orfebrería de gran valor: el Portapaz donado por Fernando de Andrade y la Custodia donada por el arzobispo Rajoy, reproducción del Altar Mayor de la Catedral de Lugo.

De 1850 a 1900

El Pontedeume medieval, después de desbordar la muralla en época Moderna, tuvo una gran expansión. El proceso comenzó con la desamortización del convento de San Agustín, cuya iglesia fue demolida para abrir en 1867 la avenida de Rajoy, necesaria para una rápida comunicación con la carretera de A Coruña. Esta carretera fue construida en 1856, en un proyecto que incluyó la sustitución del puente antiguo, obra que no se llevó a cabo hasta 1863.

De 1900 a 1950

Hacia el oeste, la necesidad de favorecer el acceso a la estación de ferrocarril justificó la expropiación, en 1904, de la huerta y palacio del duque de Alba y la apertura en 1911 de la avenida de Lombardero, a la vez que se decidió dejar la parte norte como espacio no transferible: el Jardín de Lombardero. En 1936 desapareció el resto del pazo ampliándose notablemente la plaza del Conde, donde, en 1952, se construyó el mercado y desde 1977 se viene celebrando el sabatino y popular Feirón.

De 1950 a 2000

La expansión ganando terreno a la ría no fue menor: el muelle, en principio un estrecho espacio al pie de la muralla, tuvo diversas ampliaciones, desde la favorecida en 1863 por el diputado Frutos Saavedra hasta la ampliación de la década de los sesenta del siglo XX. Hacia el este, la desecación de las marismas comenzó en las Gabarras, donde se construyó entre 1947 y 1951 un tramo de la avenida Ricardo Sánchez y en 1954 el parque Alcalde Sarmiento. Este proceso terminó con el actual paseo marítimo (inaugurado en 1996).

Hoy

En la actualidad, la villa y Municipio de Pontedeume pasan por ser un punto de referencia histórico, cultural, turístico y natural de su comarca y alrededores. Es una de las puertas de entrada del parque natural de las Fragas del Eume, donde nacen la carretera que lleva al monasterio de Caaveiro y una de las que va hasta el monasterio de Monfero, así como a muchas de las rutas de senderismo de las Fragas. Al mismo tiempo, constituye uno de los pasos más destacados del Camino Inglés a Santiago, con su puente de piedra y casco histórico de origen medieval. A todo esto habría que añadir su enorme variedad cultural y de servicios, con numerosas alternativas tanto de ocio como de descanso: actividades deportivas y culturales, numerosas y variadas fiestas, playas y, por supuesto, numerosos locales de hostelería, alojamiento y comercio, convirtiendo la villa de Pontedeume en un agradable lugar de residencia así como también en un punto de referencia turística.

Heráldica

El Ayuntamiento de Pontedeume consideró conveniente adoptar unas armas o brasón propio e el que, con simbología adecuada y conforme a las tradicionales pautas de presentación de los emblemas heráldicos, se represente y perpetúe su propia peculiaridad.

Para eso, y de acuerdo con las facultades que le confieren las disposiciones legales vigentes, elevó el informe histórico-heráldico, con su correspondiente blasonamiento y representación gráfica, para su aprobación definitiva.